La maternidad no es como en las películas o en las publicaciones de las famosas en las que siempre salen impecables en medio de la sala de parto. Es cansada, dolorosa y hasta olorosa por la cantidad de fluidos que llegan con el bebé.
Tener una buena noche de sueño o una tarde a solas y en silencio se convierte en el mayor deseo de todas.
Esto no significa que seas miserable o que estés arrepentida de ese pequeño ser que ahora está contigo pero cuando eres mamá soltera, los retos parecen multiplicarse. No sólo eres tú sola con tu bebé sino que además tienes las miradas del mundo encima.
La sociedad castiga más a las madres solteras que a los papás ausentes.
Ser madre soltera significa que no hay nadie allí para compartir las buenas y malas experiencias. No tiene a nadie con quien mirar sus películas favoritas cuando no puede encontrar una niñera. Ella sigue haciendo malabarismos entre la vida profesional y personal. Como resultado, la sensación de soledad y depresión comienza a aparecer.
Las historias de amor y de superación personal, han pintado a la maternidad como algo glamoroso y a quienes la viven solas, las ven como mujeres “luchonas”, al mismo tiempo que les exigen ser perfectas.
El estigma de la salud mental es una cosa terrible cuando eres mamá soltera. Todo mundo asume que deberías estar enamorada de todo lo relacionado con los bebés y que no deberías estar sufriendo porque lo estás haciendo bien, aunque estés sola.
Criticar a las mamás solteras cuando no están cumpliendo con las expectativas pone un enorme peso sobre sus hombros que se convierte en algo agotador.
Asumir que una mamá soltera debería ser una supermamá sólo crea culpa, vergüenza y arrepentimiento en su vida. Se necesita de mucha energía, tiempo y recursos que no siempre se tiene y que según todos, “debería”. Cuando tiene todas las miradas encima y no logra “algo bueno”, entonces viene la idea de que es un fracaso. (Karen Hernández - Nueva Mujer)