El nivel actual de desigualdad social del Ecuador es apenas menor al que había en diciembre del 2010, según las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicadas esta semana, es decir, hay un retroceso de diez años.
Uno de los parámetros para medir la desigualdad social es cómo se distribuyen los ingresos dentro de una sociedad. El 32,4% de la población obtuvo ganancias al mes menores a $ 84,05 en diciembre del 2020, lo que equivale a 5′673.448 habitantes del Ecuador, según las proyecciones poblacionales del INEC.
Solo de un año para otro hay un incremento de siete puntos porcentuales, ya que 4′316.997 habitantes del país ganaban por debajo de la línea de pobreza en 2019 (25% de la población). Hay más personas ganando menos, lo que profundiza las diferencias sociales. Son 1′356.451 más.
El porcentaje actual casi se asemeja al de diciembre del 2010 cuando el 32,8% de la población era considerada pobre por ingresos. La ganancia promedio de cada miembro de un hogar pobre baja mientras más integrantes tenga esa familia.
Una persona pobre que depende de si misma gana un promedio de $ 53 y una pareja sobrevive con $ 58 al mes cada uno. Una familia con seis o más miembros tiene $ 43,7 mensuales para cada uno.
Es un poco más del doble de lo que una pareja de clase media puede pagar por una cena fuera de casa pidiendo platos a la carta, pero es un gasto que en ese caso se hace en una sola noche. O el gasto de una noche puede igualar a lo que una persona tiene para vivir todo un mes, si es un restaurante donde cada plato cuesta desde $ 20 en adelante.
Cinthya Delgado, de 32 años, está en ese 32,4% de población considerada pobre. Ella empezó la cuarentena en marzo del 2020 con un esposo sin poder laborar, un bebé de siete meses de edad por alimentar y otros tres menores más grandes. Los únicos ingresos durante casi todo el año pasado de este hogar fueron los $ 50 al mes del bono que da el Gobierno central a las familias consideradas pobres.
Este subió a $ 130 en abril como parte de la bonificación de emergencia. “Mi esposo no trabajó en la cuarentena. Es comerciante, vendía aguas en los buses”.
Fueron momentos difíciles, afirma Cinthya, parada en medio del cerco de caña de su casa de bloques sin enlucir y rodeada de un patio de tierra que se convierte en lodo con cada lluvia, como la tarde del martes último en Monte Sinaí, en el noroeste de Guayaquil.
Son circunstancias con las que Cinthya, una inmigrante de Quevedo, ya ha lidiado ante la inestabilidad de ingresos de su esposo, el único que trabaja. “Cuando no hay dinero pues hacemos solo dos comidas, verde cocinado o patacones en el desayuno y un arroz mojadito con sopa para el almuerzo y merienda. Si alcanzaba pues se añadía queso, huevo, o se hacía un seco de pollo”.
Los vecinos se ayudaban. Si en un hogar se conseguía algo de proteína pues lo compartía con ella o viceversa. El bono de emergencia se fue en la instalación de Internet y en pagar las primeras tarifas mensuales del servicio ($ 22) para que sus tres hijos de edad escolar pudieran estudiar en la educación fiscal con un solo celular.
El esposo de Cinthya retomó el trabajo recién en octubre del año pasado. Ahora distribuye cervezas por lo que gana hasta $ 300 al mes que se suman al bono de $ 50, con lo que cada miembro de este hogar cuenta con $ 58 para vivir, valor por debajo de la línea de pobreza.
Pero sí hubo momentos mejores del 2010 para acá, cuenta Cinthya, cuando el jefe de este hogar ganaba hasta $ 550 al mes que, sumados al bono, hacían que el ingreso para cada miembro de este hogar superara los umbrales de pobreza.
La pobreza y la desigualdad social venían bajando desde el 2000 en Ecuador con aumentos leves como en los primeros tres años del actual régimen, pero la pandemia y la crisis económica hicieron que los indicadores repuntaran de forma exponencial el año pasado, cuando se dio un retroceso a los niveles que habían en el 2010.
Un estudio del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) indica que al menos 1,8 millones de personas dejaron la clase media y se convirtieron en pobres por ingresos el año pasado en Ecuador. La cifra es mayor a la oficial del INEC fijada finalmente en 1,3 millones más entre 2019 y 2020.
“Esto quiere decir que personas que estaban en la clase media han caído porque perdieron su empleo”, dice Joaquín González-Alemán, representante de Unicef.
La situación cambia si se analizan otros factores como el acceso a educación o salud y el hacinamiento en el hogar, lo que se conoce como pobreza multidimensional, que en el país también va en aumento.
En esta, explica González-Alemán, se toman en cuenta, aparte de los ingresos, otros factores que son derechos como tener una buena nutrición, acceso al agua o a una vivienda digna. “Cuantas más carencias tienes, más pobre multidimensional eres”, señala.
El estudio de Unicef calcula que 3,1 millones de niñas, niños y adolescentes caerán en pobreza multidimensional al término del 2020 en Ecuador, es decir, los hogares en los que viven sufrirán una o más privaciones en educación, salud, alimentación, vivienda, trabajo y seguridad social por los efectos de la pandemia en el país.
De ellos, seis de cada diez vivirán en situación de pobreza extrema multidimensional. Experimentarán más privaciones de estos derechos. Son 715.000 hogares que pasarán a vivir en pobreza multidimensional, señala el estudio de Unicef.
La drástica reducción del empleo o del ingreso de los hogares, el aumento del trabajo infantil y la salida del sistema educativo influyen en el incremento de este tipo de pobreza, agrega el estudio.
Las cifras oficiales del INEC indican finalmente que el 40,2% de los habitantes del país son pobres multidimensionales (tienen privaciones en tres o más de los indicadores analizados). Es un retroceso al 2011 cuando el 40,7% de la población lo era y un porcentaje un poco más menor al que había proyectado Unicef (42,8% de los habitantes para el 2020). (Xavier Ramos – El Universo)