Hace tres semanas Cristian Delgado Tenorio, un volquetero de 41 años, fue baleado en el Guasmo sur cuando compraba en una tienda del sector donde libaba un grupo de jóvenes que fueron atacados por sicarios.
El hombre se convirtió en una víctima colateral de la ola de crímenes que sigue afectando a Guayaquil. Una semana después, una bebé murió en los brazos de su padre tras recibir un tiro en la cabeza.
Las muertes por encargo hoy más que nunca dejan un rastro de dolor en familias que no encuentran consuelo. Una de las víctimas más recientes fue Efraín Ruales, presentador del canal Ecuavisa.
La madre de Cristian Delgado ayer, entre lágrimas, contó que no hay ningún detenido por el crimen de su hijo.
“Como no tenemos plata nadie investiga, no han ofrecido ninguna recompensa”, dijo la mujer, quien aseguró que hace cuatro años otra persona que compraba en la misma tienda fue alcanzada por un disparo.
Pero ¿cómo ha evolucionado el sicariato en Ecuador?
Años atrás los sicarios hacían un seguimiento a las personas que debían liquidar para supuestamente asegurarse de que “eran mala gente”, pero no se asesinaba a mujeres y no disparaban si había un niño en peligro, así lo relató a este Diario un hombre que se dedicó a esto durante algunos años.
Él explica que se encomendaban al santo Justo Juez antes de realizar un trabajo y que rezaban pidiendo protección.
Ese hombre, que se rehabilitó y ahora lleva una vida normal, explica que el cliente le entregaba el arma y el dinero (de 1.000 a 5.000 dólares).
Cuenta también que un día una mujer lo contrató para matar a su esposo y que cuando hizo el seguimiento descubrió que se trataba de un viejo amigo, por lo que decidió devolver el dinero y el arma a la mujer.
En esa época el cliente solía conseguir el arma, pero ahora hay sitios donde los sicarios alquilan las pistolas, los equipos y hasta vestimenta para cometer los asesinatos.
El año pasado en Las Malvinas, una casa fue allanada luego de una investigación de Inteligencia, ahí se descubrieron 18 armas de distinto calibre, casi 300 cartuchos, prendas militares, radios portátiles y uniformes de empresas de seguridad, y se detuvo a tres personas.
Cada arma ha sido analizada para encontrar coincidencias.
Pero el negocio no se limita a alquilar un arma y ejecutar el pedido. Hay organizaciones que reclutan a menores de edad que son entrenados para matar y que al ser capturados obtienen medidas alternativas. Eso ocurrió el año pasado en Durán en el caso de la banda denominada Choneros Killer.
En total 16 personas fueron detenidas. A los menores se les adjudicaban al menos ocho asesinatos y se descubrió que quienes administraban el dinero y pagaban por las muertes eran dos mujeres.
Ricardo Camacho Zeas, analista de seguridad, indica que la mayoría de estos casos son por ajuste de cuentas y que se han dado pocas víctimas inocentes, no como en México, donde por matar a un objetivo que está en un restaurante o en una atienda matan a varias personas.
“Eso nunca ha ocurrido en Ecuador ni en Colombia. Hemos tenido un sicariato que ha respetado a los civiles, digamos, solo creo que una vez en un enfrentamiento en una cancha de fútbol ha sido por cuestión de territorios, drogas”. (El Universo)