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Los teléfonos fijos
04/03/2020 06:23 en Opinión

Por Manuel Jabois

 

Fito Páez lanzó Al lado del camino, incluida en el álbum Abre, en 1999. Con ella ganó el premio Grammy Latino a la mejor canción de rock al año siguiente. Hay una parte del tema en la que Páez canta: “Me gusta regresarme del olvido / para acordarme en sueños de mi casa / del chico que jugaba a la pelota / del 49585 / nadie nos prometió un jardín de rosas / hablamos del peligro de estar vivo”. Siempre fue una de mis canciones favoritas. Y esa parte me emocionaba especialmente porque yo era el chico que siempre estaba jugando a la pelota en casa, y me gustaba imaginar que ese número, 49585, era el número de la casa de Fito Páez igual que el 82 era el de mis abuelos en una calle mucho más pequeña de un pueblo mucho más pequeño que una ciudad como la de Páez, Rosario.

 

Mi curiosidad me llevó a buscar el origen de ese verso y encontré, en una comunidad de fans de Fito Páez, el resultado de una comprobación. El artista había contado en Argentina que el número era el del teléfono fijo de su casa. En una canción, Fue amor, canta: “Enredados en los cables de ENTEL de algún sueño vamos a salir”, pues ENTEL fue la compañía nacional telefónica de Argentina hasta 1990. Y en una guía de ENTEL de 1982 conseguida por otro fan aparece la dirección de los Páez (Balcarce, 681) y su número fijo: 49585.

 

Recordé esto escuchando René, la canción de Residente, exmiembro de Calle 13. Es una larga autobiografía de siete minutos que demuestra el poder de la música, capaz de llamar largo a algo de siete minutos y corto a algo de 200 páginas. Es, en definitiva, una canción impresionante en la que el artista repasa su vida y se repasa a sí mismo sin esquivar las sombras, la violencia y las depresiones. Y dice: “Quiero estar en donde nadie me molesta / Quemar mi libreta, soltar mis maletas / Quiero llamar al 7550822 / A ver quién contesta”. Cuando lo repite, más adelante, sigue: “Y si me contestan / quiero decirles que quiero volver / que quiero salir de este hotel / y desaparecer” hasta enumerar todo aquello que ha perdido mientras ganaba premios, desde ver el cometa Halley con su madre en la Calle 11 hasta la Navidad en verano.

 

Moriremos con varios números de teléfono fijo memorizados en la cabeza, y esos números y las voces que estaban al otro lado serán la prueba de que en realidad somos unos pocos momentos que ya fueron. Hasta que llegue el momento en que llamemos auténtico a algo que únicamente estamos reviviendo de la forma más fiable posible, y pediremos al presente no que tenga piedad con el futuro sino magnanimidad con el pasado, porque en el momento en que uno pierda un pie, o los dos, lo único que le va a pertenecer, como dijo Borges, es lo que perdió. Lo que no puede repetir, aunque haya un número al que poder llamar sin saber si la voz que se escuchará al otro lado será la del padre de su exnovia, la de su madre o la de una amiga a la que perdiste la pista al salir del colegio dejando su número fijo grabado para siempre. Es hermoso si se piensa: seguimos sabiendo el camino pero ya no sabemos lo que hay al final. La casa de los Páez, por ejemplo, esa en la que sonaba el 49585 y estaba en Balcarce 681, hoy es un laboratorio bioquímico.

 

Fuente: Diario El País. 

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