Por Diego Dieguez Ontiveros*, especial para NODAL
Decir que con la era “morenista” en Ecuador comenzó una seria persecución al adversario político no es ninguna novedad. De ello hablan por sí solo los hechos, discursos del propio Presidente y diversos fallos judiciales tachados de arbitrariedad manifiesta. Cuanto más ha crecido dicho paradigma con la represión desatada por el ejecutivo en ocasión del paro nacional que tomó las calles hace semanas en la mitad del mundo.
No satisfecho el oficialismo con este proceder más que evidente sale a perseguir al periodismo crítico desde los lugares comunes que el Poder detenta: la denostación pública, la asimilación del comunicador a antiguos gobiernos, la discrecionalidad en la pauta oficial, el ataque cibernético desde perfiles oficiales y/o artificiales generados desde la parapolítica, llamados a auspiciantes privados para que retiren la pauta del medio en cuestión, el encarcelamiento, el procesamiento penal, la intervención de señales radiales o televisivas como Radio Pichincha o Telesur, el empoderamiento de la información oficial a ciertos medios afines o genuflexos, el hackeo a las redes sociales de periodistas “marcados”, entre otras tácticas de una estrategia pergeñada a espaldas de la sociedad.
En ese contexto el caso de Alexis Moncayo deviene en ejemplo claro de la provocación directa, del intento de disciplinamiento manifiesto y de la actitud coactiva de un funcionario público al aire del Programa A Primera Hora por FM Majestad.
Juan Sebastián Roldán, Secretario General de Gabinete del Presidente Moreno acosó particularmente al periodista mencionando durante todo el reportaje su espíritu crítico en forma peyorativa y sugestiva. Más allá de la construcción del correísmo como enemigo público de la sociedad ecuatoriana por parte del coactivo funcionario la insistencia en amedrentar a Moncayo fue evidente. A ese reportaje , como catarata, devino una campaña orquestada de difamación y amenazas que generó la renuncia del comunicador al medio de comunicación para proteger su integridad como así la de su familia.
Lo referido es al solo efecto de citar el caso como ejemplo de otros quienes padecieron y padecen un ataque sistematizado a la libertad de expresión.
Este caso , como señaláramos, no fue el primero ni será el último. De hecho este medio por el cual ustedes leen mis palabras ha visibilizado profusamente los ataques a la prensa.
Quiebre, ablande, sometimiento, listas negras, despolitización de lo público, falsas noticias, desmovilización del imaginario colectivo, incentivo del racismo y fomento del individualismo parecen ya una marca registrada en ciertos gobiernos latinoamericanos.
Pero, y ya finalizando, cuando las agresiones provienen de funcionarios tan cercanos a la máxima autoridad legal de un país resulta claramente una POLITICA DE ESTADO.
Tan grave y tan complejo que nos genera la necesidad de estar alertas.
*Abogado y consultor internacional argentino