“Voy como peregrino... a implorar al Señor perdón y reconciliación tras años de guerra y terrorismo... y voy entre ustedes como un peregrino de la paz”, dijo el papa Francisco en la víspera de su viaje a Irak que inicia hoy y termina el lunes.
Francisco emprende una visita histórica, bajo enormes medidas de seguridad, a un país confinado por la pandemia de COVID-19 y azotado por la violencia y considerada también clave en las relaciones entre el Vaticano y el islam.
“Anhelo conocerlos, ver sus caras, visitar su tierra, antigua y extraordinaria, cuna de la civilización”, reconoció el pontífice argentino, quien quiso cumplir el sueño que el papa Juan Pablo II no pudo realizar.
“Voy como un peregrino de la paz en busca de la fraternidad, animado por el deseo de rezar juntos y caminar juntos también con hermanos y hermanas de otras religiones”, recalcó al referirse a un país eminentemente musulmán donde los pocos cristianos que han logrado permanecer han sufrido amenazas y agresiones.
Este viaje es el trigésimo tercero que realiza el papa para llevar un mensaje de paz y reconciliación, que contribuya a curar heridas, tal como lo hizo en Colombia en 2017 tras la firma del acuerdo de paz.
Francisco, que quiere pasar a la historia por su defensa de los pobres y de la paz, realiza el viaje más arriesgado de sus nueve años de pontificado, según la prensa especializada.
La visita papal no solo representa un desafío desde el punto de vista religioso, sino también logístico y sanitario, con un nuevo pico de contagios de coronavirus en el país.
La visita del pontífice, que junto con su séquito y los periodistas que lo acompañan ya han sido vacunados, es la undécima a una nación musulmana con el fin de construir puentes con el islam.
En el corazón de esta corriente del islam, el papa será recibido por el gran ayatolá chiita Alí Sistani, de 90 años, que jamás aparece en público. Será por tanto una imagen emblemática también para la población musulmana de un país 60% chiita y 37% sunita.
“La visita del papa constituye un mensaje político fuerte para una figura (Sistani) comprometida con la defensa de los iraquíes”, asegura Myriam Benraad, politóloga especializada en Oriente Medio.
Y para el religioso católico iraquí Amir Jajé, la apertura para el diálogo interreligioso tiene que ver con que “los chiitas de Irak quieren que el Vaticano y el mundo occidental los apoyen contra el aumento de poder de Irán”. (El Universo)