Julian Assange vuelve a los titulares con la reanudación de su juicio en Londres, en el que se juega su posible extradición a EE. UU. y pone sobre la mesa la discusión de si es un narcisista irresponsable o un paladín de la transparencia.
Assange es una figura controvertida que polariza opiniones, puesto que para algunos es un infatigable defensor de la transparencia, pero para otros es un peligroso divulgador de secretos. Justamente por esto último Washington lo quiere para juzgarlo por espionaje, ya que decidió publicar en WikiLeaks, en 2010, cientos de miles de documentos secretos estadounidenses que dejaron al descubierto sus prácticas en las guerras de Irak y Afganistán, que incluían muertes de civiles, torturas y operaciones militares clandestinas.
Pero la difusión en línea de documentos no editados, que dejaban al descubierto nombres de informadores también le valió el distanciamiento de algunos periódicos que habían colaborado inicialmente con él y Washington lo acusó de poner vidas en peligro con su irresponsabilidad.
Pese a esto, el caso que lo llevó a la justicia fue otro. El 18 de noviembre de 2010 Suecia lanzó una orden de arresto europea en su contra como parte de una investigación por violación y agresión sexual de dos mujeres suecas en agosto de ese año. Él aseguró que fueron relaciones consentidas y se entregó en Londres a la Policía el 7 de diciembre. Fue puesto en arresto domiciliario. En febrero de 2011 un tribunal de Londres validó la solicitud de extradición de Suecia, pero él temía que fuera un paso para luego ser extraditado a EE. UU., razón por la que se refugió en la Embajada de Ecuador el 12 de junio.
El entonces presidente Rafael Correa le concedió asilo, pero Londres nunca le otorgó un salvoconducto para que pueda viajar a Ecuador. Esto hizo que permaneciera en la sede diplomática hasta abril de 2019, cuando el actual presidente Lenín Moreno le retiró la protección y la Policía entró por él y lo trasladó a una prisión. De igual manera se le retiró la nacionalidad ecuatoriana, que se le había dado dos años antes, luego de que la Cancillería declaró como “acto administrativo lesivo” el proceso en el que se le otorgó su carta de naturalización.
Su largo encierro en la Embajada fue apagando su protagonismo mediático, hasta que en noviembre de 2016 se inmiscuyó en las elecciones estadounidenses y, en octubre de 2017, en el proceso independentista catalán en España. WikiLeaks contribuyó probablemente a la victoria de Donald Trump al publicar miles de mensajes secretos de la campaña de su rival demócrata, Hillary Clinton, aparentemente filtrados por Rusia. Assange negó estar al servicio de Rusia y afirmó que WikiLeaks ha publicado miles de documentos críticos con su presidente, Vladimir Putin.
Por ahora cumple una sentencia de 50 semanas de prisión por violar las condiciones que cumplía en su libertad provisional en 2012. Mientras, EE. UU. lo quiere en su territorio para juzgarlo por 17 cargos en virtud de las leyes antiespionaje. Podría pasar hasta 175 años en la cárcel. La justicia británica comenzó a analizar el pedido de extradición a fines de febrero, pero todo quedó en pausa por la pandemia de coronavirus. Sin embargo, el lunes se retomó el caso y los ojos del mundo ven hacia Londres para saber qué ocurrirá con este australiano.
El Consejo de Europa ha dicho que permitir su extradición tendría un efecto escalofriante en la libertad de prensa, pero EE. UU. defiende que no es periodista sino un “pirata informático” y asegura que ayudó a la analista de inteligencia Chelsea Manning a robar esos documentos secretos antes de exponer el material a los ojos del mundo.
Durante los siete años que pasó en la Embajada de Ecuador en Londres, Assange recibió visitas de todo tipo. Incluso tuvo en secreto dos hijos con la abogada sudafricana Stella Morris. Además se denuncia que todos sus movimientos fueron espiados por una empresa española, la cual es investigada para saber quién tenía acceso a la información que registraba en el lugar.
Fuente: AFP.